El cinco de agosto pasado, cumplí
siete años de haber sido iniciado en la masonería, entre ya tarde, casi a los
sesenta años de edad profana, logre cumplir ese día y ese mes del año 2005, un
sueño largamente acariciado desde mi adolescencia y que por motivos varios que
no vienen al caso, no había podido cumplir.
Desde hace siete años vengo
trabajando con dificultad la piedra bruta de mi persona, avanzando con
lentitud, mucha lentitud, de las penumbras de occidente a la luz de oriente,
lejos estoy aun de considerarme piedra cúbica de la humanidad presente.
En estos siete años, en cosas de
ver y andar, he sido testigo de algunas cosas y circunstancias que han ocurrido
en este mi nuevo mundo de la masonería, que en realidad no difiere en mucho de
lo que en el mundo profano había vivido.
En efecto, he presenciado en
primera fila la conducta de algunos de mis hermanos, afortunadamente son los menos,
conducta que en nada tendrían que envidiar los más bribones del mundo profano.
He visto la soberbia en todo su apogeo, la ambición, la traición, el robo, la hipocresía, he visto hacer
juramentos de diversa índole y los he visto abjurar tiempo después, he
visto falta de respeto, imprudencia, he visto también a hermanos
estar poseídos de vicios que hicieron comentar a alguien del mundo profano
cuando alguna vez acudió a una tenida blanca y pregunto que se hacía en la
masonería, una vez contestada su pregunta dijo: ”Pues yo lo que veo es que
hacen pozos a la virtud y catedrales al vicio”. La circunstancia que dio pie a
ese comentario lo fue el ver que algunos hermanos ya no se podían ni estar en
pie por la pólvora consumida y el ambiente estaba que se podía cortar por el
humo del cigarro.
¿Cómo? Me preguntaba, ¿Cómo es
posible que se digan masones? ¿Por qué están aquí? Lo que pasa, me dicen:”Es
que aun tienen en su persona “polvos del mundo profano”. ¿Polvos? , yo pensaba
que eran verdaderas estatuas de tierra profana. Y también me cuestione,
parafraseando a Platón:” ¿Tendré yo acaso los mismos defectos que critico, o
alguno que desconozca? Horror de horrores darme cuenta que yo también podría
tener a los ojos de los demás uno o más defectos que yo mismo desconociera.
Pero también he visto en primera
fila la conducta de otros hermanos, afortunadamente los mas, son adalides de la
virtud, se muestran generosos, comprensivos, prudentes, son de trato fino, como
de dama, diligentes, trabajadores, discretos, respetuosos, fieles a su palabra,
a sus compromisos, humildes, escuchan con profundidad de interés, son prontos a
ayudar, de aconsejar si así se les pide, no antes, lejos están de ser
egoístamente protagonistas, manejan el nosotros mucho mejor que el yo.
¿Cómo? También me pregunto, ¿Cómo
le hacen para ser así? No tienen polvos profanos, se ven inmaculadamente
virtuosos, invitan con su conducta a seguir su ejemplo, muestran con su forma
de ser, el cemento que se requiere para unir, no para separar, haciendo que en
lo más profundo de nosotros se active un vivo deseo de ser igual, que en lo más
recóndito de nuestras almas vibre el eco de un grito que partió de sí mismo:
¡Yo quiero ser así!
Hasta aquí vemos que se cumple ,
lo que en simbólico mensaje nos muestra el piso mosaico, el mundo de los
opuestos, lo negro y lo blanco, el día y la noche, y para ser más específicos
la virtud y el vicio.
No puede ser de otra manera,
nuestros templos que representan al universo, todo lo tienen, todo está
incluido, ahí estamos, entre los muros que circundan nuestra logia, nuestro
templo, lo negro y lo blanco, el vicio y la virtud, lo joven y lo viejo, el
enfermo y el sano, el pobre y el rico, y que se yo, quien sabe cuantas más
polaridades habrá, y si muros no hubiera y se hiciera la misma apreciación en
una perspectiva mundial sería lo mismo. La diversidad, pues, con todos sus
vivos y ostensibles contrastes.
Luego entonces ¿Dónde estamos?
¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? , ¿Qué somos? ¿Qué fuimos? ¿Qué seremos?,
pobre del Hombre dice la voz anónima:“Nacer no pide, vivir no sabe, morir no
quiere”.
En varias ocasiones me ha
ocurrido, cuando voy a caminar al parque que cerca de mi casa está, cuando ya
pardea la tarde, cuando los últimos rayos del astro sol, dan al ambiente una tonalidad
dorada, de tibieza y tranquilidad, cuando se aquieta dentro de mí el frenesí de
pensamientos varios, inherentes al mundo profano (con su ansiedad añadida), en
ese momento QQ.·.HH.·. Cuando estoy sentado en una banca al pie de un árbol, es
que acuden a mi memoria, las frases que todos hemos leído u oído en nuestras
tenidas no una sino varias veces, las
menciono como me vienen, sin un orden expreso: “La masonería es el estudio de
la filosofía y en especial de la moral para conocer las virtudes y practicarlas”,
“Ayudad al Hermano”, “Sed pues prudentes
diligentes, moderados y discretos”, “ Uno para todos, todos para uno”,
“Representa nuestro estado de imperfección por los vicios y la ignorancia,
piedra que debemos trabajar constantemente a fin de alcanzar la virtud y la
instrucción (aludiendo al significado de la
piedra Bruta)”, “Haced bien a todos”,
“No olvidéis los deberes que tantas veces habéis jurado en esta Logia”,
“Que nos una la fraternidad eternamente”, “Juremos tolerancia y amor a nuestros
semejantes”, “Protección y socorro a nuestros QQ.·.HH.·.”, “Juremos secreto
cumplido a nuestros trabajos”, “Ayudadme a formar la cadena de unión”, “En bien
general de la orden , de la humanidad y de este taller en particular”, “ Sed
constantes y fieles con vuestras amistades”, “Defender la inocencia, la verdad
y la virtud”, “Corregir las faltas con suavidad” y como estas , otras muchas
más, frases que en apariencia son
sencillas, sin mayor trascendencia, pero
que en realidad esconden trepidante
mensaje de filosofía profunda, despertándose una sensación subjetiva que indica
que por ahí está el camino.
De pronto, me doy cuenta de la
diferencia, estar en la masonería es tan solo tener la oportunidad de conocer
una forma de ver y vivir una filosofía humanista, libre de ignorancia, llena de
virtudes, pero estar en la masonería no lo hace a uno masón, ser masón es otra
cosa, tengo para mí que ser masón es asumir en el contexto de la filosofía
masónica, la responsabilidad de elegir con libertad el camino de la virtud,
elegir un nuevo tipo de actitud, diferente al que se tenía, tener la actitud de
ser incluyente, tolerante, responsable, trabajador, discreto, prudente, fiel,
honesto, paciente, humilde, justo, respetuoso. Sin prisa y sin pausa, seguir su
propio camino, absteniéndose de criticar o enjuiciar los actos ajenos, sabe,
como decía Séneca:”La primera virtud es refrenar la lengua, se es casi un Dios
cuanto teniendo la verdad se abstiene de decirla”, se olvidan de exigir a los demás y se exigen
más a sí mismos. Una actitud con estas creencias, genera actos, (y no olvidemos
que son precisamente nuestros actos los que nos definen) que marcan la
diferencia, entre la civilización y la barbarie, que condicionan un devenir
social más amigable, más justo, donde se privilegia el humanismo sobre el
materialismo.
Desde luego que asumir una
actitud como la antes dicha, no es un asunto grupal, ni mucho menos trivial, es
una tarea exclusivamente personal, intransferible; seguir el camino de la
congruencia entre los valores masónicos y nuestros actos, es una labor propia
de titanes, es uno de los más grandes retos que voluntad humana alguna puede
afrentar, por esa razón “son muchos los llamados, pocos los elegidos”.
Pienso yo, en los contextos
anteriormente citados, que no hay que olvidar, que no importa cuán grave sea
una situación, un problema, una circunstancia, un verdadero masón sabe que el
con su conducta marca la diferencia, que se pone del lado de la solución, no
del problema, que pertenece a la clase de hombres que hace que las cosas pasen,
para bien general de la orden, de la humanidad y de su taller en particular.
Es cuánto.
M.·.M.·. Leonidas