De acuerdo con el diccionario1, la palabra nombre se refiere a la
“categoría gramatical con que se designan o se dan a conocer las
personas y las cosas”, la palabra en si, es un sustantivo (palabra que
sirve para nombrar personas animales o cosas), por tanto de acuerdo a lo
anterior nombrar se refiere a “decir el nombre de una persona o cosa1,
tener un nombre presupone estar dotados de una característica que nos
marca como diferente a otros y por tanto individuos. Se ha mencionado
tambíen2 que el nombre es “la palabra que sirve para distinguirnos de
los otros”.
Se mencionan categorías de nombres, así podemos decir que existen
nombres propios, los cuales sirven para determinar y distinguir a los
hombres2, nombres de familia “que sirven para determinar y distinguir a
las familias”2.
En las primeras edades del mundo, cada individuo tenía un solo nombre
significativo, al que agregaban la frase “hijo de tal “para distinguirse
los unos de los otros”.
De acuerdo con Frau2 entre los antiguos griegos, todos los nombres eran
individuales y significativos, emanados siempre de algún suceso o
cualidad especial, del azar y frecuentemente de a piedad filial, de la
amistad o del reconocimiento.
Se dice que los romanos tenían tres y hasta cuatro nombres, el primero
servía para distinguir los hijos mayores de los segundos, el segundo era
el nombre propio, el tercero el nombre de raza y el cuarto un
sobrenombre o apodo2 . Las mujeres no llevaban más que el nombre de su
familia, pero de este se formaba frecuentemente el sobrenombre de sus
hijos. Los nombres largos pasaban por ser los más bellos2 y los cortos
estaban reservados a los niños y los esclavos.
Los árabes a semejanza de los hebreos, adoptaron el uso de un solo
nombre individual, al que agregaban el du su padre , su abuelo y
frecuentemente usaban también un sobrenombre compuesto o significativo
que hacía referencia a su país natal, alguna singularidad , virtud o
defecto personal2 .
Al parecer fue en China y Japón de donde proviene la costumbre de que el
nombre de familia es el de la línea paterna, trasmitiéndose igualmente a
los hijos y a las hijas2..
Se habla también del “nombre de guerra” que era el nombre o mote que
adoptaban antiguamente los soldados cuando tomaban las armas por vez
primera2.
En la masonería, en las épocas y lugares en que estaba perseguida, sus
adeptos tomaban un nombre falso o “de guerra” que utilizaban en las
comunicaciones escritas y actos abierto con el fin de prevenirse de
posibles infiltraciones2, 3.
Fue en España donde la masonería encontró una fuerte oposición política y
religiosa que obligo a sus miembros a mantenerse casi siempre en la
clandestinidad, siendo escasos en este país los momentos de calma y
tranquilidad para los masones. Las denuncias, los encarcelamientos y los
procesos fueron frecuentes a lo largo del siglo XVIII y sobre todo en
la primera mitad del siglo XX2,4,5. Se explica as que durante muchos
años las logias españolas no extendieran actas de sus tenidas, ni
formaran siquiera expedientes de iniciación, siendo indispensable no
dejar rastro de sus actos5.
Menciona Randouyer 4 que en 1870, el artículo 7 de las constituciones
del Gran Oriente Ibero, estipulaba que los masones de esta obediencia
firmarían todos sus documentos con el nombre profano y que en 1879 la
logia Federación No. 60 quiso poner fin al uso del nombre de guerra
alegando que “no tiene razón de ser, puesto que la orden no debe temer
la persecución de otros tiempos de tan doloroso recuerdo”.
Otro lugar donde se documenta el uso de nombre de guerra o simbólico es en Alemania, en el siglo XVIII4.
Más tarde, cuando la masonería pudo dedicarse tranquilamente a sus
trabajos a plena luz de día y cayó en desuso el nombre de guerra, los
iniciados siguieron adoptando un nombre no profano, de tipo simbólico
que solía ser el de algún hombre eminente por sus virtudes, su sabiduría
o sus gloriosos hechos que tomaban por modelo, proponiéndose
internamente imitarle2.
En cuanto a las categorías de nombres simbólicos, existía una gran
variedad, hay nombres de personajes históricos, de científicos,
escritores, artistas, militares o bien nombres que hacen referencia a
los principios que persigue la masonería, identificándose un denominador
común: Casi todos perteneces a nombres de personalidades destacadas que
se incluyen en una corriente de pensamiento basada en la tolerancia,
libertad, racionalismo, cientificismo y humanismo laico5.
Se mencionan entre otros: nombres como tolerancia, progreso, Fraternidad, porvenir, Justicia, Libertad, democracia etc.
De una análisis efectuado por Roldan5, de 647 miembros de cuatro logias
españolas se reportan personajes históricos en 20.4%, militares o
políticos 14.5%, científicos 11.5%, topónimos 10%, escritores 8.5%,
filósofos 7.4%, nombres bíblicos 4.6% y artistas 4.17%.
En el campo de los filósofos existe una clara preferencia por pensadores tales como Platón, Voltaire y Rousseau 5.
Evaluando los personajes ilustres, según la nación de origen se
encontraron 32 naciones diferentes, siendo España, Grecia y Roma las más
frecuentes, después por orden decreciente Francia, Italia, Israel,
Alemania, Inglaterra, América y el mundo Árabe4.
Un aspecto interesante de la historia del nombre simbólico, es
considerar que el iniciado (hombre renacido tras la muerte iniciática)
tome un nombre nuevo, de acuerdo a su nueva condición, que no le
identifique con su pasado, con todo aquello que es “exterior” a su
proceso iniciático, por este nombre se le reconocerá en los trabajos de
logia y suele tener (en la mayoría de los casos) resonancias acordes a
la dimensión humana o ideales que se tienen por elevados3.
Se ha dicho que: “Si la iniciación significa la entrada a un mundo nuevo
y que por eso todos los vicios y las vanidades del mundo profano han de
quedar en el umbral del templo, asimismo el nombre profano no tiene que
penetrar en el templo4,”. Esto justificaría pues que el aprendiz masón
escoja un nombre simbólico el día de su iniciación.
Es cuánto.
Bibliografía:
1. Diccionario Porrua de la Lengua Española. Ed. Porrúa. 51 ed. 2005.
2. Frau Abrines, Lorenzo: Diccionario enciclopédico de la masonería. Ed. Valle de México S.A. de CV. Tomo II.
3. Daza, Juan carlos: Diccionario Akal de Francmasonería. Ediciones Akal, S.A. 1997. Madrid, España.
4. Randouyer, Francoise: Ideología masónica a través de los nombres simbólicos.
5. Roldan Rabadán, Ma. Teresa: Análisis y estudio de los nombres
simbólicos utilizados por los miembros de cuatro logias madrileñas.
miércoles, 22 de mayo de 2013
Suscribirse a:
Entradas (Atom)