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M.·.M.·. Leónidas
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En cosas de
andar y ver desde que fui iniciado en la masonería me ha sido común escuchar de los hermanos frases tales como: “La masonería es una
sociedad filantrópica”, “La masonería es el estudio de la filosofía y en
particular de la moral para conocer y practicar la virtud”, “Libertad,
Igualdad, Fraternidad”, “Uno para todos, todos para uno”, “Estáis en la
Masonería, pero ¿La masonería está en ti?”, “Masonería es amor”, “En
masonería se practica la tolerancia”, “Salud, Fuerza y Unión”, “ Cavar pozos
profundos a los vicios y edificar
catedrales a la virtud” y en
fin, podríamos decir muchas frases
más, que se dicen y se leen reiterativamente tratando de describir con
esta y aquella frase el ambiente y el espíritu ideal de esta honrosa
institución y en verdad que oyéndolas y leyéndolas uno cae en el embrujo de
las situaciones ideales, el mundo al que aspiramos llegar y vivir.
En ese viaje
personal que he hecho en la masonería he visto y escuchado a hermanos que se llenan la boca con tales frases, y que
sin embargo, en los hechos, en su
conducta, dan lugar a pensar que son
mentiras.
El objetivo
principal de este trazado es señalar las incongruencias.
Y aquí tenemos al hermano que haciendo uso
de la voz, invita a los hermanos a
hacer masonería sin embargo en su conducta ha demostrado que no acude desde hace
varios meses y no ha pagado sus capitas y no aporta trabajos.
O aquel otro
que dice que la masonería es amor y sin embargo en sus intervenciones no
vacila en criticar o burlarse del hermano.
Y que de aquel
que proclama la libertad como un valor imprescindible en la masonería y sin
embargo le niega al hermano la libertad que tiene de expresar a su manera los
puntos de vista que tiene en este o a aquel asunto o critica los hábitos que tiene.
O aquel otro
que acullá regaña al hermano porque no sabe, pero el mismo, al preguntar
tiene necesidad de tener el libro abierto en su regazo para saber hacer la
pregunta.
Y que de aquel
que teniendo frente a si a un hermano, adulto como el, con sus propias
creencias y experiencias, lo regaña cual si se tratara de un niño, violando
con ello el principio de tolerancia y respeto que en fraternidad se deben.
O que me decís
de aquel que en la vida profana es un auténtico caballero, respetuoso y
prudente, y en tenidas de iniciación
se vuelve un auténtico “hombre verde” gritándole al postulante: ¡! CONTESTA! ¡¡ HABLA FUERTE¡¡
empujándolo o pinchándolo ( o golpeándolo) con la espada de canto (Como si la
iniciación fuera una novatada más que un ritual con enseñanzas) porque así le
enseñaron, olvidando que de lo sublime a lo ridículo solo hay un paso.
Y aquí me
detengo, señalo los hechos, no las personas (cualquier parecido es mera
coincidencia) supongo que vosotros tendréis algunos ejemplos más.
Sí, estamos
hablando de aquel viejo aforismo de “ver la paja en el ojo ajeno y no la viga
en el propio”, quienes así actúan, se olvidan que más que las palabras
(escritas o habladas) son los hechos los que nos definen, bien lo dijo el
sublime Jesús:” Por sus frutos los conoceréis”.
Son los dos
lenguajes del hombre, el de decir y el de hacer, y habrá que admitir que no
siempre hay congruencia entre ellos.
Pienso que no
hay lugar a que nos engañemos hermanos, el camino de la masonería es una
batalla continua contra nuestro ego, entre lo que pensamos o decimos y
nuestras incongruencias en los actos, es aspirar a crear un mundos mejor,
dejándolo mejor que cuando lo encontramos, es
ser mejores cada uno de nosotros en comparación a cuando empezamos; en
esa batalla es preciso usar con toda nuestra voluntad la espada de la
honestidad y franqueza con nosotros mismos, tal como se preguntaba Platón:”
¿Seré yo acaso, lo mismo que critico? .
Pero, me
diréis: “No todos son así”.
En efecto, es
verdad, en la diversidad hay de todo, y desde luego no podemos omitir a los
hermanos que son prudentes, reflexivos y respetuosos, pero…, agregaría yo,
todo es cuestión de proporciones, se ha dicho: “Dios ayuda a los malos cuando
son más que los buenos” y bien podemos invertirlo actuando en sentido
inverso, esto es “Que Dios ayuda a los buenos cuando son más que lo malos”.
Si bien no hay
hermanos ni logias perfectas, a mi parecer, me parece más conveniente hacer lo necesario para inclinar la balanza hacia el lado de las
virtudes, dejar o propiciar que
predominen los vicios es sembrar la semilla de los cismas.
Cuando
predominan los vicios se pierde toda esperanza y confianza en los que nos
rodean, el cemento que une los ladrillos
se vuelve tierra y se derrumban los edificios humanos creados.
Os invito a
reflexionar Hermanos, sacudámonos el polvo profano de nuestros arreos,
concentrémonos en hacer realidad los postulados y principios de nuestra magna
Institución, y si es preciso, afrontemos una de las más severas pruebas que
nos es dable hacer como masones: Saber pedir perdón y saber perdonar por los
errores cometidos.
Es cuánto.
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domingo, 19 de abril de 2015
LOS DOS LENGUAJES
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