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jueves, 6 de septiembre de 2012

Estar en la masonería y ser Masón


El cinco de agosto pasado, cumplí siete años de haber sido iniciado en la masonería, entre ya tarde, casi a los sesenta años de edad profana, logre cumplir ese día y ese mes del año 2005, un sueño largamente acariciado desde mi adolescencia y que por motivos varios que no vienen al caso, no había podido cumplir.
Desde hace siete años vengo trabajando con dificultad la piedra bruta de mi persona, avanzando con lentitud, mucha lentitud, de las penumbras de occidente a la luz de oriente, lejos estoy aun de considerarme piedra cúbica de la humanidad presente.
En estos siete años, en cosas de ver y andar, he sido testigo de algunas cosas y circunstancias que han ocurrido en este mi nuevo mundo de la masonería, que en realidad no difiere en mucho de lo que en el mundo profano había vivido.
En efecto, he presenciado en primera fila la conducta de algunos de mis hermanos, afortunadamente son los menos, conducta que en nada tendrían que envidiar los más bribones del mundo profano. He visto la soberbia en todo su apogeo, la ambición, la traición,  el robo, la hipocresía, he visto hacer juramentos de diversa índole y los he visto abjurar tiempo después, he visto  falta de respeto,  imprudencia, he visto también a hermanos estar poseídos de vicios que hicieron comentar a alguien del mundo profano cuando alguna vez acudió a una tenida blanca y pregunto que se hacía en la masonería, una vez contestada su pregunta dijo: ”Pues yo lo que veo es que hacen pozos a la virtud y catedrales al vicio”. La circunstancia que dio pie a ese comentario lo fue el ver que algunos hermanos ya no se podían ni estar en pie por la pólvora consumida y el ambiente estaba que se podía cortar por el humo del cigarro.
¿Cómo? Me preguntaba, ¿Cómo es posible que se digan masones? ¿Por qué están aquí? Lo que pasa, me dicen:”Es que aun tienen en su persona “polvos del mundo profano”. ¿Polvos? , yo pensaba que eran verdaderas estatuas de tierra profana. Y también me cuestione, parafraseando a Platón:” ¿Tendré yo acaso los mismos defectos que critico, o alguno que desconozca? Horror de horrores darme cuenta que yo también podría tener a los ojos de los demás uno o más defectos que yo mismo desconociera.
Pero también he visto en primera fila la conducta de otros hermanos, afortunadamente los mas, son adalides de la virtud, se muestran generosos, comprensivos, prudentes, son de trato fino, como de dama, diligentes, trabajadores, discretos, respetuosos, fieles a su palabra, a sus compromisos, humildes, escuchan con profundidad de interés, son prontos a ayudar, de aconsejar si así se les pide, no antes, lejos están de ser egoístamente protagonistas, manejan el nosotros mucho mejor que el yo.
¿Cómo? También me pregunto, ¿Cómo le hacen para ser así? No tienen polvos profanos, se ven inmaculadamente virtuosos, invitan con su conducta a seguir su ejemplo, muestran con su forma de ser, el cemento que se requiere para unir, no para separar, haciendo que en lo más profundo de nosotros se active un vivo deseo de ser igual, que en lo más recóndito de nuestras almas vibre el eco de un grito que partió de sí mismo: ¡Yo quiero ser así!
Hasta aquí vemos que se cumple , lo que en simbólico mensaje nos muestra el piso mosaico, el mundo de los opuestos, lo negro y lo blanco, el día y la noche, y para ser más específicos la virtud y el vicio.
No puede ser de otra manera, nuestros templos que representan al universo, todo lo tienen, todo está incluido, ahí estamos, entre los muros que circundan nuestra logia, nuestro templo, lo negro y lo blanco, el vicio y la virtud, lo joven y lo viejo, el enfermo y el sano, el pobre y el rico, y que se yo, quien sabe cuantas más polaridades habrá, y si muros no hubiera y se hiciera la misma apreciación en una perspectiva mundial sería lo mismo. La diversidad, pues, con todos sus vivos y ostensibles contrastes.
Luego entonces ¿Dónde estamos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? , ¿Qué somos? ¿Qué fuimos? ¿Qué seremos?, pobre del Hombre dice la voz anónima:“Nacer no pide, vivir no sabe, morir no quiere”.
En varias ocasiones me ha ocurrido, cuando voy a caminar al parque que cerca de mi casa está, cuando ya pardea la tarde, cuando los últimos rayos del astro sol, dan al ambiente una tonalidad dorada, de tibieza y tranquilidad, cuando se aquieta dentro de mí el frenesí de pensamientos varios, inherentes al mundo profano (con su ansiedad añadida), en ese momento QQ.·.HH.·. Cuando estoy sentado en una banca al pie de un árbol, es que acuden a mi memoria, las frases que todos hemos leído u oído en nuestras tenidas  no una sino varias veces, las menciono como me vienen, sin un orden expreso: “La masonería es el estudio de la filosofía y en especial de la moral para conocer las virtudes y practicarlas”, “Ayudad al Hermano”, “Sed pues prudentes  diligentes, moderados y discretos”, “ Uno para todos, todos para uno”, “Representa nuestro estado de imperfección por los vicios y la ignorancia, piedra que debemos trabajar constantemente a fin de alcanzar la virtud y la instrucción (aludiendo al significado de la  piedra Bruta)”, “Haced bien a todos”,  “No olvidéis los deberes que tantas veces habéis jurado en esta Logia”, “Que nos una la fraternidad eternamente”, “Juremos tolerancia y amor a nuestros semejantes”, “Protección y socorro a nuestros QQ.·.HH.·.”, “Juremos secreto cumplido a nuestros trabajos”, “Ayudadme a formar la cadena de unión”, “En bien general de la orden , de la humanidad y de este taller en particular”, “ Sed constantes y fieles con vuestras amistades”, “Defender la inocencia, la verdad y la virtud”, “Corregir las faltas con suavidad” y como estas , otras muchas más, frases   que en apariencia son sencillas, sin mayor  trascendencia, pero que en realidad esconden  trepidante mensaje de filosofía profunda, despertándose una sensación subjetiva que indica que por ahí está el camino.
De pronto, me doy cuenta de la diferencia, estar en la masonería es tan solo tener la oportunidad de conocer una forma de ver y vivir una filosofía humanista, libre de ignorancia, llena de virtudes, pero estar en la masonería no lo hace a uno masón, ser masón es otra cosa, tengo para mí que ser masón es asumir en el contexto de la filosofía masónica, la responsabilidad de elegir con libertad el camino de la virtud, elegir un nuevo tipo de actitud, diferente al que se tenía, tener la actitud de ser incluyente, tolerante, responsable, trabajador, discreto, prudente, fiel, honesto, paciente, humilde, justo, respetuoso. Sin prisa y sin pausa, seguir su propio camino, absteniéndose de criticar o enjuiciar los actos ajenos, sabe, como decía Séneca:”La primera virtud es refrenar la lengua, se es casi un Dios cuanto teniendo la verdad se abstiene de decirla”,   se olvidan de exigir a los demás y se exigen más a sí mismos. Una actitud con estas creencias, genera actos, (y no olvidemos que son precisamente nuestros actos los que nos definen) que marcan la diferencia, entre la civilización y la barbarie, que condicionan un devenir social más amigable, más justo, donde se privilegia el humanismo sobre el materialismo.
Desde luego que asumir una actitud como la antes dicha, no es un asunto grupal, ni mucho menos trivial, es una tarea exclusivamente personal, intransferible; seguir el camino de la congruencia entre los valores masónicos y nuestros actos, es una labor propia de titanes, es uno de los más grandes retos que voluntad humana alguna puede afrentar, por esa razón “son muchos los llamados, pocos los elegidos”.
Pienso yo, en los contextos anteriormente citados, que no hay que olvidar, que no importa cuán grave sea una situación, un problema, una circunstancia, un verdadero masón sabe que el con su conducta marca la diferencia, que se pone del lado de la solución, no del problema, que pertenece a la clase de hombres que hace que las cosas pasen, para bien general de la orden, de la humanidad y de su taller en particular.
Es cuánto.
  M.·.M.·. Leonidas

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